Quien alimenta la rabia, el despecho y el resentimiento se vuelve prisionero de quien le hizo daño.
Es así de sencillo y así de contundente. Quien te provoca la ira y
focaliza todo tu desprecio, te hace ser un eterno cautivo de tus propias
emociones negativas.
Perdonar no es fácil. En ocasiones asumimos que el perdón es una renuncia a nosotros mismos, que es como claudicar y vernos como víctimas. Nada más lejos de la realidad.
Para perdonar debes conseguir de nuevo tener confianza en ti mismo. Nadie es tan fuerte como la persona que es capaz de conceder el perdón a quien le hizo daño porque demuestra a su vez, que ha superado el miedo, que ya no teme al enemigo y que se siente más libre.
El desprendernos de los resentimientos y la rabia nos devuelve a nuestro estado inicial, nuestro corazón vuelve a sanarse y deja de lado esas emociones negativas. Solo entonces el acto de “dejar ir”, se convierte en algo más fácil de conseguir. a la vez que liberador.
Perdonar no es fácil. En ocasiones asumimos que el perdón es una renuncia a nosotros mismos, que es como claudicar y vernos como víctimas. Nada más lejos de la realidad.
Para perdonar debes conseguir de nuevo tener confianza en ti mismo. Nadie es tan fuerte como la persona que es capaz de conceder el perdón a quien le hizo daño porque demuestra a su vez, que ha superado el miedo, que ya no teme al enemigo y que se siente más libre.
El desprendernos de los resentimientos y la rabia nos devuelve a nuestro estado inicial, nuestro corazón vuelve a sanarse y deja de lado esas emociones negativas. Solo entonces el acto de “dejar ir”, se convierte en algo más fácil de conseguir. a la vez que liberador.
No inviertas tiempo en quien ya no lo merece, en quien no hizo nada para quedarse a tu lado, o en luchar por ti. Ábrele el camino y ofrécele libertad, déjalo ir. Porque no merece la pena luchar contracorriente, porque toda puerta que se cierra, es una oportunidad que se abre.
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